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viernes, 23 de mayo de 2014

37. [S.Th.] [Espiritualidad]: El Discernimiento y la Purificación del Corazón



1.     El dinamismo de la vida cristiana
La vida cristiana consiste en la acogida del don sobrenatural de la gracia que, en Cristo, Dios nuestro Padre nos ha dado para hacernos sus Hijos por obra del Espíritu Santo. Los fundamentos de la vida cristiana se reciben en los sacramentos de iniciación, a través de los cuales la persona participa de la vida divina e inicia su vida en Cristo como Hijo de Dios con la fuerza del Espíritu. Así, en la aceptación del don gratuito de la salvación el hombre renace para una vida nueva y peregrina como Hijo alimentado por la Eucaristía en la escucha de la Palabra a la casa de su Padre, hasta el tiempo en el que el Señor decida llamarlo a su presencia.

Durante su peregrinación está llamado a vivir como Hijo de Dios y a realizar su vocación particular al servicio del Reino, esforzándose constantemente por amar a Dios sobre todas las cosas y siguiendo el ejemplo admirable de su Divino Redentor: amar a los hermanos hasta el extremo. Su vocación particular se realiza en el tiempo y es un auténtico camino, progresivo e irreversible, hacia el encuentro definitivo con Dios. Si camina siguiendo a Cristo y estando de continuo como él anduvo (imitación) puede presentarse ante su Padre como un hombre prudente que ha edificado su casa sobre Roca, realizando la voluntad de su Padre con obediencia filial y amor profundo.

2.     El camino de la vida cristiana
De modo que el camino de la vida cristiana es un camino que se dirige al encuentro con el Padre y que tiene una forma concreta: Jesucristo. Jesucristo es el camino hacia el Padre, ya porque en su persona se une nuestra humanidad con su divinidad, ya porque en sus enseñanzas, en palabras y obras, nos indica cómo vivir para alcanzar la salvación, ya porque a través de su ministerio, de sus oraciones y sacrificios y, de modo particular, de su sacrificio redentor en el Calvario ha hecho posible para nosotros la salvación. Así, Jesús es el camino que nos lleva al Padre, siempre y en todo momento, pero de modo particular Él es el camino que nos lleva al Padre cuando entregando su cuerpo y su sangre por amor a la humanidad, ha destruido nuestra carne de pecado para darnos su Espíritu, hacernos sus hermanos y presentarnos ante el Padre como criaturas nuevas partícipes de su vida divina.

3.     Las dificultades en el caminar
La vida cristiana, que se funda en el misterio de la gracia, implica diversas dificultades de parte del hombre. De parte de Dios, quien otorga la gracia y cuya misericordia es infinita, la santidad es ofrecida a todos los que por su Bautismo se han configurado con Cristo. Pero, de parte del hombre, existen gravísimas dificultades que obstaculizan, retrasan o desvían nuestro camino hacia Dios. Este camino hacia Dios, consiste en el cumplimiento de su voluntad en el amor, en cada momento y en cada circunstancia, con el auxilio de la gracia, para ir de bien en mejor hasta llegar a Dios.

Estas dificultades, aunque no son invencibles, implican una verdadera lucha y debemos de comprenderlas bien para no desviar el camino. Salvo el caso de la Bienaventurada Virgen María, quien cooperando perfectamente con la gracia venció todas las dificultades, la cooperación que el hombre da a la gracia es imperfecta.

Las primeras dificultades las podemos encontrar en el orden del conocimiento. Si el caminar en torno a Jesús implica el cumplimiento de su voluntad en el amor, entonces, la primera dificultad consiste en comprender su voluntad en cada momento y en cada circunstancia. De modo que en el principio de cada momento y circunstancia lo primero que debemos hacer es buscar entender cuál es la voluntad de Dios. En segundo lugar la dificultad viene de su voluntad. La libertad, desde la que el hombre acoge el don de la gracia, está herida por el pecado y  no lo acoge plenamente, incluso teniendo claridad de la voluntad de Dios, a veces lo acoge poco, a veces, mínimamente, a veces l0 desprecia o rechaza, a veces lo obstaculiza. Es decir, no basta con conocer la voluntad de Dios, hay que amarla, y amarla, muchas veces es lo más difícil, sobre todo cuando el Señor propone el camino de la cruz, de la renuncia y del sacrificio, que es el camino de Cristo.

4.     El discernimiento en el camino espiritual
Para superar la primera dificultad es necesario el discernimiento. Discernir significa distinguir, separar o dividir las cosas separándolas, cribándolas, como cuando se separa la buena cosecha de la mala. Por lo tanto, discernir es un acto de la inteligencia por el cual se hace un juicio particular que separa y distingue en el interior de la persona y en relación a sus circunstancias y vivencias particulares los elementos que aparecen a su subjetividad para poder encontrar la voluntad de Dios. Por lo tanto, para encontrar la voluntad de Dios hay que aprender a discernir primero los espíritus que son los movimientos interiores que aparecen en nuestra vida y que son como el punto de partida de nuestras elecciones y actos. Allí, es necesario aprender a distinguir aquellos movimientos que proceden de la propia voluntad, aquellos que proceden de Dios y aquellos que proceden del mal espíritu.

Estos espíritus corresponden a las intenciones, movimientos, afectos y deseos que brotan del corazón del hombre. Para discernir se necesita aprender a discernir. La primera regla del discernimiento consiste en juzgar los espíritus conforme a la recta razón y conforme a la divina revelación, es decir, juzgándolos conforme a la verdad, de este modo podremos hacer la primera criba que consiste en separar lo que es objetivamente pecado y que brota en el corazón como un impulso a realizarse y lo que no lo es. 

El discernimiento se hace más difícil cuando lo que se ha de juzgar en el interior no es sólo el pecado, sino que se busca encontrar entre varios movimientos e intenciones buenas del corazón, aquello que Dios quiere. Así, el discernimiento se ha de extender a la propia vida en general, para encontrar la voluntad de Dios en relación a la vocación particular y poder hacer una elección de vida, además de abarcar cada momento en concreto, para poder encontrar tanto las dificultades que nos impiden hacer la voluntad de Dios amándolo sobre todas las cosas como los pasos concretos que el Espíritu Santo propone al hombre en su camino de santificación.

5.     La purificación del corazón
Conocer la voluntad de Dios en el discernimiento es sólo el primer principio. Junto con este hay que purificar el corazón para que aprenda a amar la voluntad de Dios y pueda renunciando a sí, amar a Dios sobre todas las cosas. La vida espiritual no es sólo un camino de discernimiento sino que es un camino de discernimiento y purificación que progresivamente permite a la persona crecer en su unión con la voluntad de Dios mientras peregrina en el seguimiento de Cristo, y con la fuerza del Espíritu hacia la casa del Padre. 

Como peregrinos, es necesario dejarse iluminar en el camino por los misterios de la vida de Cristo, por su Palabra y Enseñanza, contemplando su obra creadora y redentora para alcanzar el Amor, que purifica el corazón y sostiene en medio del desierto. 

En este camino, el fiel cristiano no se encuentra solo sino se encuentra unido a una Iglesia peregrina que lo sostiene con su oración y realiza su santificación a través de los signos eficaces de la gracia, lo instruye con su enseñanza y lo conduce hacia fuentes tranquilas, es decir, hacia el Amor del Padre manifestado en Cristo Jesús, que lo purifica, lo ilumina y lo transforma hasta alcanzar la plenitud de la madurez de Cristo.