Santo Tomás de Aquino
He aquí tu Rey que
viene hacia ti con mansedumbre
Traductor: Andrés Esteban López Ruiz
[Mateo 21, (1-10)ii
Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé,
junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos
discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de
vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con
ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis:
El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá.» Esto sucedió
para que se cumpliese el oráculo del profeta: Decid a la hija de
Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asna y
un pollino, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e
hicieron como Jesús les había encargado: trajeron el asna y el
pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó
encima. La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino;
otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y
la gente que iba delante y detrás de él gritaba: «¡Hosanna al
Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna
en las alturas!» Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió. «¿Quién es éste?» decían. Y la gente decía: «Este
es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.»]
Primera Parte
«He aquí que viene a ti el rey manso» Muchas son las maravillas de las obras divinas. Así dice el
salmo: Admirables son tus obras. Pero
ninguna obra de Dios es tan admirable como lo es la venida de Cristo
en la carne y la razón es la siguiente: en las demás obras de Dios,
él mismo ha impreso su semejanza en la creatura, pero en la obra de
la encarnación, imprimióse y unióse a sí mismo a la naturaleza
humana en la unidad de su persona o lo que es lo mismo unió nuestra
naturaleza a sí mismo.
Si bien algunas obras de Dios no son escrutables
con perfección, esta obra, a saber, la encarnación es por encima de
todas, sobre-racional. De ahí que dice el santo Job: «Lo que haces es grande, admirable, inescrutable y no puede contarse». Es
una obra que no podemos ver: «Si viene hacia mi no lo veo». Y
Malaquías dice: «He aquí que viene el Señor de los ejércitos y quién puede imaginar el día de su venida». Como
si dijera que aquello excede al conocimiento humano. Pero el apóstol
enseña quién puede pensar el día de su venida diciendo: «No sea suficiente pensar algo para nosotros desde nosotros, sino que toda nuestra suficiencia nos viene de Dios».
Así que, al principio, rogamos al Señor para que él mismo nos de algo
que decir.
Segunda
Parte
«He aquí que tu Rey viene a ti, manso» Estas
palabras son tomadas del Evangelio que hoy ha sido leído para nosotros. Son tomadas del profeta Zacarías y es justo que sobre otras
palabras éstas sean recitadas. En estas palabras se manifiesta como
fue preanunciado a nosotros la venida de Cristo. Para no proceder
ambiguamente, al conocer [el misterio del adviento], debemos interpretar la venida de Cristo de cuatro maneras: primeramente su venida es en la carne; en segundo lugar su
venida es en nuestro espíritu; en tercer lugar su adviento es cuando
viene al encuentro en la muerte de los justos; En cuarto lugar es el adviento que
viene para juzgar.
Primeramente
digo que el adviento de Cristo es en la carne, y no se debe entender
que vino en la carne moviendo su lugar, ya que dice el profeta
Jeremías, «los cielos y la tierra yo los lleno». ¿De qué
modo, entonces, vino en la carne? Digo que vino en la carne
descendiendo del cielo, no dejando el cielo, sino asumiendo nuestra
naturaleza. De ahí que dice San Juan: «Hacia lo suyo viene». ¿Y
de qué modo dice cómo fue en el mundo? Cuando dice: «Y el verbo se hizo carne». Y vean que esta venida induce otra venida de Cristo
que es en la mente. Nada nos aprovecharía a nosotros que Cristo haya
venido en la carne sin que con ello hubiera venido a nuestro espíritu, es
decir, santificándonos. Por eso dice San Juan: «si alguno me ama y atiende a mis palabras, mi padre lo amará y hacia él vendremos y sobre él haremos una mansión».
En el primer adviento, viene sólo
el Hijo. En el segundo adviento viene el Hijo con el Padre para
inhabitar el alma. Por este adviento que es a través de la gracia
justificante, el alma es liberada de la culpa, no de toda la pena, ya
que confiere la gracia y no confiere la gloria, que para esto es
necesaria la tercera venida de Cristo cuando a ellos mismos los
reciba en sí mismo. Por eso dice San Juan «si me voy», en la
pasión, «es para preparar a vosotros un lugar», quitando el
obstáculo, «desde allí vendré a vosotros», a saber en la
muerte del justo, «y los tomaré para mí mismo», es decir, en
la gloria, «para que donde yo esté allí estén también vosotros».
Seguidamente Juan dice: «Yo he venido para que ustedes tengan vida»,
a saber, con su presencia en las almas «y vida en abundancia», a
saber, a través de la participación de la gloria. La cuarta venida
de Cristo es para juzgar, es decir, cuando el señor viene para el
juicio, y, entonces, la gloria de los santos redundará hasta los
cuerpos y resucitarán los muertos. De ahí que San Juan dice: «viene la hora y ahora es cuando todos aquellos que están en las tumbas escucharán la voz del Hijo de Dios y procederá que los buenos serán llevados hacia la resurrección de la vida.» Y sobre estos cuatro
advientos de Cristo celebra fuertemente la Iglesia cuatro domingos
del adviento de Cristo.
En
este domingo se celebra el primer adviento de Cristo y podemos ver en
las palabras de la proposición cuatro cosas: Primero, se da lugar la
demostración del advenimiento de Cristo; segundo, las condiciones en
que se da: «Es tu Rey»; tercero la utilidad y finalidad de su
venida: «Vino para ti»; cuarto el modo de su venida: «La mansedumbre».
Sobre
el primero podemos ver ahí la demostración del adviento de Cristo
en la palabra «He aquí y ahora», «ecce». Y nótese que a
través de este «ecce» solemos entender cuatro cosas. Primero la
certificación de la cosa: de las cosas que nos constan decimos «ecce». Segundo entendemos por «ecce» determinación
temporal. Tercero entendemos por «ecce» manifestación de la
cosa. Cuarto entendemos por «ecce» confortación,
fortalecimiento, consuelo para el hombre.
Primero
digo que por «ecce» solemos entender la certeza o verificación
de la cosa. En efecto cuando alguien quiere certificar dice «ecce».
De ahí que en el Génesis el Señor dice: «ecce», «He aquí que establezco mi pacto contigo y con tu descendencia. Pongo mi arcoíris entre tu y yo», a saber, el signo de la paz. Por el arcoiris es
significado el Hijo de Dios, porque así como el arcoiris es generado
desde el reflejo del sol hacia la nube llena de agua, Cristo es
generado desde el Verbo de Dios y desde la naturaleza humana que es
como las nubes, y así como el alma y la carne unidas es el
hombre, del mismo modo Dios y el hombre unidos es Cristo; Y de Cristo
es dicho que asciende sobre las nubes ligeramente, esto es sobre su
naturaleza humana uniendo [la divina].
Y viene a nosotros Cristo en
signo de paz, y era necesario que así fuera para que en modo alguno,
algunos dudaran del segundo adviento de Cristo. Sobre esta duda dice
el apóstol: «En los últimos tiempo vendrán farsantes y disidentes de la fe, unidos a sus propias concupiscencias caminando y diciendo: ¿donde está ahora la promesa y su venida?» Dirán esto
tales personas ya que su alma no está dominando el cuerpo. Para
ratificar la certeza del adviento de Cristo dice el profeta «ecce» y todo lo demás. Y en Habacuc dice también: «se aparecerá el Señor hacia el fin y no será fingimiento». Y por otro lado, Isaías, también
dice: «El Señor de los ejércitos viene».
En
segundo lugar por «ecce» solemos entender determinación
temporal. En la venida de Cristo para juzgar no hay para nosotros un
tiempo determinado. Job dice: «Desconozco cuanto tiempo viviré y cuando me tomara mi hacedor». Y Lucas dice: «El reino de Dios no viene con vistosidad». ¿Y por qué no fue determinado, en esto [el adviento de la muerte y del juicio], para nosotros el tiempo de la venida de
Cristo? Fuertemente decimos que no fue así porque el Señor quiso
que nosotros estuviésemos siempre vigilantes. Pero el adviento de
Cristo en la carne fue para nosotros un tiempo determinado [hecho
histórico].
Por
eso dice Jeremías: «ecce», «he aquí que vienen días en los que suscitaré de la descendencia de David un justo que reinará y será sabio». En tercer lugar por «ecce» solemos entender la
manifestación de la cosa. Ya que la venida de Dios hacia nosotros
permanece oculta, a saber, la venida por la que viene a la mente que
no puede ser conocida por verificación. De ahí que dice el profeta
Job: «si viene a mí, yo no le veo, si se desliza, no le advierto».
Pero en la llegada en la carne de Cristo ha venido manifiesto y
visible. De ahí que dice Isaías: «Por esto mi pueblo conocerá mi nombre porque yo mismo soy quién dirá: Aquí estoy [ecce adsum]».
Y el dedo de Juan el bautista demostró como presente su venida: «He aquí el cordero de Dios». Zacarías por el contrario
señalaba este «ecce» para el futuro, en espera.
Cuarto,
por «ecce» podemos entender la confortación (consuelo) del
hombre y esto en dos modos. Si el hombre padece molestias por sus
enemigos y sus enemigos lo subyugan, puede decir: «ecce», He
aquí. [Él dijo] estando en el trono: «abrieron su boca mis enemigos, y vinieron los días que deseaba». Del mismo modo cuando
el hombre lo imita dice «ecce». De ahí que el Salmo dice: «que bueno y que alegre es convivir los hermanos unidos» y otras cosas.
Pues en esto dos cosas alcanzamos con la venida de Cristo: el hombre
es liberado de los insultos del demonio y se alegra de la esperanza
asumida. El profeta Isaías dice también: «Decid a los pusilánimes que serán consolados; no teman: he aquí que tu Dios viene a traer la venganza de tus enemigos, él mismo viene y los salvará».
Veamos
ahora las condiciones necesarias del adviento de alguien.
Para el adviento de una persona se requiere que sea
esperado o preanunciado con solemnidad según la magnitud de la
persona, si es rey o un delegado del papa o según la amistad y
afinidad. Y aquí, el que viene es rey y el que se acerca a nosotros, es nuestro amigo.
Por
eso con gran solemnidad debemos esperarlo. Sabiendo que el rey impera
con autoridad de Señor, ya que nadie que no tiene autoridad de Señor
es llamado rey, pues se requieren cuatro cosas para que alguno sea
tenido por rey que si alguien no las tuviera no sería considerado
rey.
Debe, en primer lugar, el rey tener unidad en su reinado, en segundo lugar,
potestad plenaria, en tercer lugar, amplia jurisdicción, y, en cuarto
lugar, equidad de justicia. Sobre lo primero digo que el rey debe
tener unidad, puesto que si en el reino hubieran muchos dominadores y
no tendieran todos a un señor, ninguno sería considerado rey. Por
esto el reino es como alguna monarquía y Cristo tiene la unidad. Se
encuentra en Ezequiel: «un solo rey será para todos nosotros». Y
dice, «un sólo rey» para significar que ni un extranjero, ni
otro Señor, sino un sólo Señor, el Hijo con el Padre es nuestro Rey. Esto ya que Cristo dice: «mi padre y yo somos uno», lo que
es contrario a lo que dice Arrio, que uno es el Padre y otro es el Hijo. Pero el apóstol dice: «y si [para algunos] hay muchos dioses y muchos señores, para nosotros hay un sólo Dios y señor».
En segundo lugar para el rey es necesario que haya plenitud de
potestad. Quien no gobierna con plena potestad sino según leyes
impuestas no es tenido por rey sino por cónsul o canciller. Sería
hasta el advenimiento de Cristo que la ley dada por Dios
mutaría en cuanto a las leyes ceremoniales. Esto sólo porque el
mismo Cristo es quien puede legislar. Por esto pudo decir: «habéis oído que si dijo antiguamente no matarás; yo por otro lado digo» casi como diciendo: tengo potestad y puedo promulgar o derogar
leyes. Isaías dice: «El Señor nuestro juez, nuestro legislador, él mismo vendrá y nos salvará». Léase que el Padre le ha
dado al Hijo todo el juicio, y ya que el Señor es nuestro
legislador por consecuencia es nuestro rey. Ester dice: «Señor rey omnipotente, en tu autoridad se detiene»" Y el Hijo dice: «me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra».
En tercer
lugar es necesario que el rey tenga amplitud de jurisdicción. El «pater familias» tiene plenitud de potestad en su casa, pero no
por eso es llamado rey. Del mismo modo quien tiene un pueblo no por
eso es considerado rey sino quien tiene dominio sobre muchas tierras
y sobre muchas grandes ciudades, se le considera rey. Vemos desde
aquello, que viene a nosotros aquél del cual todao ser creado es su
súbdito, ya que «El rey de toda la tierra es Dios», y conviene
que aquél que viniera tuviera tal potestad, ya que alguna vez la ley
sólo fue dada a los judíos y se decía que los judíos eran el
pueblo elegido de Dios, pero era necesario que todos fueran llevados
a la salvación e igualmente necesario que fuera rey de todos aquél
que a todos pudiera salvar. Tan excelente fue «éste» que viene a
nosotros. El salmo dice: «pídemelo y te daré en herencia las naciones y la posesión de los confines de la tierra».
En cuarto
lugar es necesario que el rey tenga equidad, porque de lo contrario
sería un tirano, puesto que el tirano maneja a todos los que están
en su reino según su propia utilidad; pero el rey ordena a su reino
hacia el bien común. Dice el libro de Proverbios: «El rey justo edifica la tierra, el hombre avaro la destruye». Pero Cristo no
viene buscando su propia utilidad sino la tuya, puesto que «no viene el hijo del hombre a ser servido sino a servir». Y el que
viene a servir, en verdad viene a dar su vida para la redención de
muchos, y, a los redimidos, conducirlos a la gloria eterna hacía la
cual nos conduce.
Tercera
parte
«He aquí que viene tu rey». Ya se
ha dicho que en esta palabra podemos ver la demostración del
adviento cuando
dice: «ecce»; en segundo lugar la utilidad del advenimiento
está en el «viene»; en
tercer lugar y en
cuarto lugar el modo en el que él viene: «manso». Se
ha dicho, también, que cuando digo «He aquí» por esto solemos
entender cuatro cosas: Primero la verificación de la cosa. Segundo
la determinación temporal. Tercero la manifestación. Cuatro la
confortación o el consuelo. De las condiciones que se contemplan del que viene, puesto que dice «tu rey», se
ha dicho que el advenimiento requiere
que la persona sea esperada o anunciada con solemnidad según su
magnitud si es un rey o un delegado o según la amistad y afinidad de
la persona, y estas cosas se dieron en aquél que viene. Ha sido
considerado también que Cristo es Rey de toda criatura como dice
Judit, «creador del agua y rey de toda criatura»,
especialmente cuando dice «tu rey», a saber de los hombres por
cuatro motivos: primero
por la semejanza de su imagen, segundo por un amor
especial, tercero por un especial cuidado y solicitud, cuarto por la
sociedad con la naturaleza humana.
Sobre
lo primero digo que de Cristo se ha dicho «tu rey» esto
es de los hombres, por la semejanza de su imagen. Sabiendo que
especialmente al rey le compete ser considerado tal cuando porta las
insignias regias que son como su imagen y que todas las criaturas son
de Dios, de un modo eminente aquella criatura de Dios de la que se
dice que porta la imagen de Dios, y esta es el hombre. Ya que en el
Génesis dice «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». ¿Y en qué consiste
esta semejanza? Sugiero que no se considere según la semejanza
corporal, sino según a luz intelctual de la mente. En Dios, está
la fuente de la luz intelectual y nosotros tenemos el signo de esta
luz. Por ello dice el salmo «significada está sobre nosotros la luz de tu rostro Señor». Esta
luz ha puesto en el hombre un sello, y de ahí que en el hombre haya
sido creada la imagen divina, aunque ésta misma se desvanece ya que ha sido oscurecida
por el pecado. El Salmo dice: «y las imágenes de ellos a la nada reduces». Por este motivo
envió Dios a su hijo para que esta imagen deformada por el pecadofuera reformada. Deseamos, entonces, ser transformados según lo que
dice el apóstol: «despojados del hombre viejo, revestíos del hombre nuevo que ha sido creado según Dios, para que sea renovado en la imagen de aquél que lo creó.» ¿Y
de que modo nos transformamos? Ciertamente cuando imitamos a Cristo.
En esto se ve pues que la imagen que en nosotros se ha deformado, en
Cristo es perfecta. Debemos, entonces, portar la imagen de Cristo. De
ahí que diga el apóstol a los corintios: «como portamos la imagen terrena, así portemos la imagen celestial», y
en la epístola de hoy se lee «revestíos de Cristo», esto
es imitad a Cristo. En esto consiste la perfección de la vida
cristiana.
Segundo,
cuando se dice de Cristo, «tu rey», esto
es de los hombres, se dice que es rey por el amor especial que les tiene. Se acostumbra en el colegio de
los clérigos, cuando el obispo ama de un modo más especial a
algunos que a otros se dice que es obispo de aquellos predilectos.
Dios ama a todo lo que es, pero de modo más especial y eminente ama
a los hombres. Dice Isaías: «donde esta tu celo y tu fuerza, ahí la multitud de tus entrañas sobre mí». Ved
que Dios ama muy especialmente la naturaleza humana.
Encontramos,
pues diversos grados de naturaleza, pero no encontramos que Dios a
grados inferiores de naturaleza los transfiera a grados superiores de
naturaleza como del grado del planeta al grado del sol, o de grados
inferiores de los ángeles a grados superiores de los ángeles; pero
al hombre lo transforma y lo lleva a un grado en igualdad a los
ángeles. Lucas dice: «hijos de la resurrección, santos, iguales serán a los ángeles». Dios,
entonces, ama a los hombres de un modo especial. En consecuencia, no
debemos ser ingratos a tanta dilección, sino que debemos llevar a
él mismo todo nuestro amor. Si amara a algún pobre, miserable se
vería aquél si no recompensara al rey por su poder con su amor. El
Señor desde la infinitud de su amor ha dicho al hombre: «mis delicias son estar con los hijos de los hombres». Por
esto debemos a él recompensar este amor.
En
tercer lugar se dice de Cristo «tu rey», esto
es, de los hombres, según el cuidado singular y solicitud que tiene de ellos. En verdad
es que Dios tiene cuidado de todos. El libro XII de la Sabiduría
dice: «él mismo es el cuidado de todos». No
hay cosa tan pequeña que esté por ello substraída a la divina
providencia, puesto que así como la cosa «es» por causa de Dios, así
el ordenamiento de la cosa «es» por causa de Dios y la providencia es
éste mismo ordenamiento. Especialmente los hombres están puestos
bajo la divina providencia. Dice el Salmo: «a los hombres y a las bestias salvará el Señor», a
saber por medio de la salud corporal, «los hijos de los hombres en la protección de tus alas esperarán». ¿Y
de qué modo esperan? Digo que no sólo los bienes espirituales, por
el contrario, también los bienes eternos son preparados a ellos
por Dios que los conduce a la vida eterna. Y cuánto más por esto se ve
que Dios los «cuida». El
apóstol dice: «No es Dios guarda de las vacas».
Dios no deja los actos de los hombres sin consideración. El libro de
la sabiduría dice: «tu Señor juzgas el pecado con gran tranquilidad».
En
cuarto lugar se dice de Cristo «tu rey», a saber de los hombres,
según la sociedad humana a la que ha accedido. Pues dice en el libro del Deuteronomio: «No podrás hacer tu rey a alguno de otro pueblo que no sea tu hermano».
En esta profecía de Cristo, el Señor disponía qué rey de los
hombres constituiría. No quiso que fuera «alguno de otro pueblo»,
esto es de otra naturaleza que no fuera nuestro hermano. Por
esto, el Apóstol dice de Cristo: «nunca a los ángeles se unió, sino a la descendencia de Abrahan», en lo que se ve que el hombre
tiene un privilegio sobre los ángeles. Cristo es rey de los ángeles
siendo hombre y no ángel. Y de este modo los ángeles sirven al hombre.
El Apóstol dice: «todos son siervos del espíritu». Era
necesario, pues, que Cristo fuera [se hiciera] hombre y en ocasión
de esto lo salvara puesto que dice el Apóstol a los Hebreos: «el que santifica y el santificado son uno», según que nos moviera, a nosotros sus
hermanos, al arrepentimiento diciendo: «he dicho mi nombre a mis hermanos».
Consta el modo de la demostración del adviento
y las condiciones del que adviene. Se sigue el ver la utilidad
del que viene, lo que se muestra cuando dice: «vine para ti»; a
saber, no movido por su utilidad sino para la nuestra. Vino, pues,
por cuatro motivos. Primero vino para manifestar la majestad divina.
Segundo para reconciliarnos con Dios. Tercero para liberarnos del
pecado y cuarto para darnos la vida eterna.
Primero digo que Cristo
vino para manifestar a nosotros la divina majestad. El hombre había
deseado sobre todo el conocimiento de la verdad y especialmente, la
verdad considerada en sí misma, es aquella sobre Dios. Los hombres estaban en tan
gran ignorancia que desconocían lo qué era Dios. Algunos decían
que era un cuerpo, otros dijeron que no tenía cuidado de cada uno y
por esta razón vino el hijo de Dios para enseñarnos la verdad. Él
mismo dijo: «Para esto he nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la verdad». Y en Juan se lee: «A Dios nadie lo ha visto jamás», y para esto vino el Hijo de Dios, para que tu conocieses la verdad. Nuestros
padres estuvieron en tantos errores que ignoraron la misma verdad divina. Pero nosotros, por el advenimiento del Hijo de Dios hemos sido
llevados hacia la verdad de la fe.
En segundo lugar Cristo vino para
reconciliarnos con Dios. Podría decirse: Dios era mi enemigo a causa
del pecado; mejor era para mi mismo ignorarlo que conocerlo. Por este
motivo Cristo vino no solo para manifestarnos la divina majestad,
sino para reconciliarnos con Dios. El Apóstol dice a los Efesios: «y viniendo evangelizaba la paz a aquellos que estaban cercanos y a aquellos que estaban lejanos». Y en otro lado dijo el Apóstol: «Hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su hijo», y
por esto en la natividad de Cristo cantaban los ángeles: «gloria a Dios en lo alto», y después de la resurrección el Señor llevaba
la paz a sus discípulos diciendo: «la paz esté con vosotros».
En
tercer lugar ha venido para liberarnos de la servidumbre del pecado.
El Apóstol dice: «Jesucristo vino al mundo para hacer salvos a los pecadores. Quien comete pecado es siervo del pecado». Es necesario
que sea dicho: «si el hijo os ha liberado, verdaderamente serás libre». Y también: «el hijo del hombre viene a buscar y hacer salvo lo que estaba muerto».
En cuarto lugar vino Cristo para que nos diera en el presente la vida
de gracia y en el futuro la vida de gloria. Dice Juan: «He venido para que tengan vida», a saber la vida de gracia en el presente,
ya que «el justo vive por la fe» y «que la tengan en abundancia», a
saber, la vida de gloria en el futuro por la caridad. Dice Juan
también: «nosotros sabemos que hemos sido llevados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos», y vivimos por las buenas
obras. También Juan dice: «esta es la vida eterna que te conozcan Dios verdadero y a aquél que enviaste Jesucristo». Consta el modo
de la utilidad del adviento.
Pero, ¿de qué modo vino?
Digo que vino «manso» y esto por muchas razones. En Proverbios
dice: «así como el rugido del león, así es la ira del rey y su benevolencia como el rocío sobre la yerba». La mansedumbre es la
ira mitigada. El modo en el que Dios vino ha sido con mansedumbre,
pero en el futuro vendrá con ira. Dice Isaías: «He aquí que el nombre del Señor vendrá de lejos como ardiendo en su furor». Y
Job dice también: «ahora, pues, no trae furor ni procede con gran celo». El modo, pues, en el que vino Cristo ha sido en
mansedumbre y nosotros con mansedumbre debemos recibirlo.
Por
eso dice el beato Santiago: «reciban con mansedumbre la palabra sembrada que puede salvar vuestras almas». Vean que la mansedumbre
de Cristo la podemos considerar por cuatro razones: en primer lugar
en su conversación [enseñanzas], en segundo lugar en su corrección, en tercer
lugar su amable recibimiento del hombre y en cuarto lugar su pasión.
En
primer lugar digo que podemos ver la mansedumbre de Cristo en su
conversación debido a que toda su conversación y enseñanza fue pacífica; no ha
buscado materias de disputa, sino que ha evitada aquello que pudiera
inducirlo en pleito. Por eso dice: «venid a mi que soy humilde y humilde de corazón». Y en esto debemos imitarlo. Cristo ascendió
a Jerusalén sentado sobre un asno, que es un animal manso, no sobre
un caballo, y el hijo fue subyugado. Debemos, entonces, ser mansos. Como dice el Eclesiástico: «hijo en mansedumbre completa tu obra y alcanza la gloria para el hombre». Del mismo modo la mansedumbre
de Cristo aparece en su corrección. Soportó muchos oprobios por sus
perseguidores, y aún así, no respondió con ira o pleito.
Y para esto dice: «según la verdad y la mansedumbre», y demás
cosas. Dice San Agustín en su exposición que «cuando Cristo hablaba, la verdad era conocida; con sus enemigos pacientemente respondía y con mansedumbre era alabado». El Salmo dice: «Ya llega la mansedumbre y seremos alcanzados». Y también Isaías dice: «no contendió ni clamó».
En
tercer lugar aparece la mansedumbre de Cristo en su amable
recibimiento del hombre. Algunos hombres no supieron recibir con
mansedumbre. Pero Cristo recibía a los pecadores benignamente y con
ellos comía. A ellos mismos admitía en sus convivios o iba a sus
banquetes, por eso es que era visto por los fariseos que decían: «¿por qué vuestro maestro come con los publicanos?». Fue, pues, manso. Por ello puede la Iglesia decir de Él lo que dice en el segundo
libro de Reyes: «tu mansedumbre me ha acrecentado». Por esto cualesquiera otros, quienes tienen que reinar deben ser manos.
En
cuarto lugar aparece la mansedumbre de Cristo en su pasión pues «como cordero a la pasión avanzó, y cuando era maldecido no maldecía»; todos aún sí, fueron capaces de entregarlo a la
muerte. Por
eso dice en el libro de Jeremías: «yo como cordero que es llevado al sacrificio». Verdaderamente, en mansedumbre, bien ha imitado a
Cristo, el mismo beato Andrés quién cuando habiendo sido puesto en
la cruz y al encontrarse con que el mismo pueblo quería bajarlo, por
sus súplicas se mantuvo en ella y rogaba que no fuera bajado de la
cruz, sino que a través de la pasión siguiera a Cristo. De ahí que
hubiera plenitud en él: «este hombre sumamente manso apareció en el pueblo». La mansedumbre hizo que heredara la feliz tierra. En
Mateo se dice: «felices los mansos porque ellos heredaran la tierra», que
nosotros nos dignemos ensalzar que aquél que con Dios padre y el
Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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iPars
1
[86779] Ecce Rex, pars 1 Ecce
rex tuus venit tibi mansuetus. Multa sunt mirabilia divinorum
operum. Psalmus: mirabilia opera tua. Sed nullum opus Dei est
ita mirabile sicut adventus Christi in carnem, et est ratio quia in
aliis Dei operibus Deus impressit suam similitudinem creaturae, sed
in opere incarnationis impressit Deus seipsum et univit se naturae
humanae in unitate personae vel univit nostram naturam sibi; et ideo
cum alia Dei opera non sint perfecte scrutabilia, illud opus,
scilicet incarnationis, est omnino supra rationem. Unde Job: qui
facis magna et mirabilia et discrutabilia absque numero. Unum
opus est quod videre non possum: si venerit ad me non videbo eum.
Et in Malachia: ecce venit dominus exercituum et quis poterit
cogitare diem adventus ejus? Quasi dicat quod illud excedit
cognitionem humanam. Sed apostolus docet quis poterit cogitare diem
adventus ejus dicens: non sumus sufficientes cogitare aliquid a
nobis quasi ex nobis, sed omnis sufficientia nostra ex Deo est.
Igitur in principio rogabimus dominum ut ipse det mihi aliquid
dicere et cetera.
Pars 2
[86780] Ecce Rex, pars 2 Ecce
rex tuus et cetera. Verba ista sumuntur ex Evangelio quod hodie
apud nos legitur et sunt sumpta de Zacharia, licet aliquantulum sub
aliis verbis ibi recitentur. In verbis autem istis manifeste
praenuntiatur nobis Christi adventus. Ne super ambiguo procedamus,
scire debetis quod quadruplex legitur Christi adventus. Primus est
quo venit in carnem. Secundus ejus adventus est quo venit in mentem.
Tertius Christi adventus est quo venit in morte justorum. Sed
quartus Christi adventus est quo venit ad judicandum. Primo dico
adventus Christi est in carnem. Et non est intelligendum quod
venerit in carnem mutando locum, quia dicit in Jeremia: coelum et
terram ego impleo. Quomodo ergo venit in carnem? Dico quod venit
in carnem descendens de coelo, non dereliquendo coelum, sed
assumendo nostram naturam. Unde in Johanne: in propria venit.
Et quomodo dico quod erat in mundo? Quando verbum caro factum
est. Et videte quod iste adventus inducit alium Christi adventum
qui est in mentem. Nihil prodesset nobis quod Christus venisset in
carnem nisi cum hoc venisset in mentem scilicet nos sanctificando.
Unde in Johanne: si quis diligit me sermonem meum servabit et
pater meus diliget eum et ad eum veniemus et mansionem apud eum
faciemus. In primo adventu venit solum filius. In secundo
adventu venit filius cum patre ad inhabitandum animam. Per istum
adventum qui est per gratiam justificantem, anima liberatur a culpa,
non ab omni poena, quia confertur gratia, sed nondum confertur
gloria, et propter hoc necessarius est tertius Christi adventus
quando ipsos recipit ad seipsum. Unde in Johanne: si abiero,
in passione, et paravero vobis locum, tollendo obstaculum,
iterum veniam ad vos, scilicet in morte, et tollam vos ad
meipsum, scilicet in gloria, ut ubi sum ego illic et vos
sitis. Item in Johanne dicit: ego veni ut vitam habeant,
scilicet praesentiam in animabus, et abundantius habeant,
scilicet per gloriae participationem. Quartus Christi adventus erit
ad judicandum, scilicet quando dominus veniet ad judicium, et tunc
gloria sanctorum redundabit usque ad corpus et resurgent mortui.
Unde in Johanne: venit hora et nunc est quando omnes quis sunt in
monumentis audient vocem filii Dei et procedent qui bona egerunt in
resurrectionem vitae. Et propter istos quatuor Christi adventus
celebrat forte Ecclesia quatuor dominicas de Christi adventu. In
ista autem dominica celebrat de primo Christi adventu, et possumus
in verbis propositis quatuor videre: primo adventus Christi
demonstrationem ibi: ecce; secundo venientis conditionem ibi:
rex tuus; tertio venientis utilitatem: venit tibi,
quarto veniendi modus ibi: mansuetus. Primo dico possumus
videre adventus Christi demonstrationem ibi: ecce. Et
notandum quod per ecce quatuor solemus intelligere: primo rei
certificationem: de rebus quae nobis constant dicimus: ecce; secundo
intelligimus per ecce temporis determinationem; tertio rei
manifestationem, et quarto hominum confortationem. Primo dico per
ecce solemus intelligere rei certificationem. Quando aliquis vult
certificare dicit: ecce. Unde in Genesi dicit dominus: ecce
statuam pactum meum vobiscum et cum semine vestro post vos. Arcum
meum ponam inter me et vos scilicet in signum pacis. Per arcum
istum significatur Dei filius, quia sicut arcus generatur ex
reverberatione solis ad nubem aquosam, sic Christus generatus est ex
verbo Dei et ex natura humana quae est sicut nubes, et sicut anima
et caro unus est homo, ita Deus et homo unus est Christus; et de
Christo dicitur quod ascendit super nubem levem, id est super
naturam humanam sibi eam uniendo. Et venit nobis Christus in signum
pacis, et fuit necessarium quod ita fieret quia modo sunt aliqui qui
dubitant de secundo Christi adventu. Unde apostolus: in
novissimis quidem temporibus venient illusores discedentes a fide,
juxta proprias concupiscentias ambulantes et dicentes: ubi est nunc
promissio et adventus ejus. Dicent enim tales quod anima non
erit post corpus, et propter hoc ad certificationem adventus Christi
dicit propheta: ecce et cetera. Et in Habacuc: apparebit
dominus in finem et non mentietur. Et Isaias: dominus
exercituum veniet. Secundo per ecce solemus intelligere temporis
determinationem. In adventu Christi ad judicium non est nobis tempus
determinatum. Unde Job: nescio quamdiu subsistam et quando tollet
me factor meus. Et in Luca: regnum Dei non veniet cum
observatione. Et quare non fuit in isto adventu tempus nobis
determinatum? Forte quia dominus voluit nos esse semper vigilantes.
Sed in adventu Christi in carnem fuit nobis tempus determinatum.
Unde Jeremias: ecce dies venient et suscitabo David germen justum
et regnabit et sapiens erit. Tertio per ecce solemus intelligere
rei manifestationem. Quidam adventus Dei ad nos est occultus,
scilicet adventus quo venit in mentem, et iste non potest sciri per
certificationem. Unde Job: si venerit ad me non videbo eum et si
abierit non intelligam. Sed in adventu in carnem Christus
manifestus et visibilis venit. Unde Isaias: propter hoc
intelliget populus meus nomen meum, quia ego ipse qui loquebar ecce
adsum. Et Johannes digito eum demonstravit ut praesentem dicens:
ecce agnus Dei. Zacharias vero demonstravit eum per ecce ut
futurum. Quarto per ecce solemus intelligere hominum confortationem
et hoc in duobus. Si homo patitur molestias ab inimicis suis et
inimici ejus subjuguntur ei, dicit: ecce. Unde in threnis:
aperuerunt inimici mei os suum, en venit dies quam desideravi.
Similiter quando homo consequitur ecce dicit. Unde Psalmus: ecce
quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum et cetera.
Ista duo consecuti sumus in adventu Christi quia liberatus est homo
de insultibus Daemonum et gaudet de spe adepta. Isaias: dicite
pusillanimis confortamini; nolite timere: ecce Deus vester ultionem
adducet de inimicis vestris, ipse veniet et salvabit vos.
Videamus modo de conditione advenientis. Adventus personae
requiritur, expectatur vel praenuntiatur cum solemnitate propter
personae magnitudinem, si est rex vel legatus domini Papae, vel
propter amicitiam et affinitatem; et iste qui venit est rex et
propinquus noster et amicus. Propter hoc cum solemnitate ipsum
expectare debemus. Scitis quod rex imperat auctoritate dominii, sed
non quicumque habet auctoritatem dominii dicitur rex, sed
requiruntur quatuor ad hoc quod aliquis dicatur rex, quorum si
aliquid defuerit non dicitur rex. Debet enim rex habere primo
unitatem, secundo plenariam potestatem, tertio amplam jurisdictionem
et quarto justitiae aequitatem. Primo dico rex debet habere
unitatem, quia si in regno fuerint plures dominantes et non
pertineat dominium ad unum, non dicitur rex. Unde regnum est sicut
monarchia quaedam et Christus habet unitatem. Unde in Ezechiele: rex
unus erit omnium nostrum. Dicit rex unus ad significandum
quod non alienus, non alius dominus, sed unus dominus filius cum
patre erit rex noster. Unde dicit Christus: ego et pater unus
sumus quod est contra Arium qui dixit quod alius esset pater,
alius filius. Apostolus: et si dii multi et domini multi, nobis
unus Deus et dominus est. Secundo rex importat plenitudinem
potestatis. Qui principaretur non cum plenitudine potestatis sed
secundum leges impositas non diceretur rex sed consul vel potestas.
Futurum autem erat ut Christo veniente, lex a Deo mutaretur quantum
ad leges caeremoniales. Unde ipse Christus est qui potest legem
condere. Unde dicit: dictum est antiquis: non occides; ego autem
dico, quasi dicat: habeo potestatem et possum leges condere.
Unde Isaias: dominus judex noster, legifer noster, ipse veniet et
salvabit nos. Legitur quod pater omne judicium filio dedit,
et dominus est legifer noster et per consequens rex noster. Unde in
Esther: domine rex omnipotens, in ditione tua cuncta posita sunt.
Unde dicit filius: data est mihi omnis potestas in coelo et in
terra. Tertio rex importat amplitudinem jurisdictionis.
Paterfamilias habet plenitudinem potestatis in domo sua, non tamen
dicitur rex. Similiter qui habet villam unam non propter hoc dicitur
rex, sed qui habet dominium super multas terras et super civitatem
magnam, talis dicitur rex. Illud videmus in isto qui venit nobis
quia omnis creatura est ei subdita, quia rex omnis terrae Deus,
et oportuit quod talis veniret qui talem potestatem haberet, quia
olim lex fuit solum data Judaeis et dicebantur Judaei populus
peculiaris Dei, sed oportuit omnes adduci ad salutem, ideo oportuit
quod esset rex omnium qui omnes posset salvare. Talis fuit iste qui
venit nobis. Unde Psalmus: postula a me et dabo tibi gentes
hereditatem tuam et possessionem tuam terminos terrae. Quarto
oportet quod rex habeat aequitatem quia aliter esset tyrannus, quia
tyrannus omnia quae sunt in regno convertit ad suam utilitatem; sed
rex regnum suum ordinat ad bonum commune. Unde in proverbiis: rex
justus erigit terram, vir avarus destruit eam. Sed iste venit
non quaerens utilitatem propriam sed tuam, quia non venit filius
hominis ministrari, sed ministrare. Et qui venit ministrare
certe venit animam suam dare in redemptionem multorum, et ut
redemptos duceret ad gloriam aeternam ad quam nos perducat et
cetera.
Pars 3
[86781] Ecce Rex, pars 3 Ecce
rex tuus venit et cetera. Dictum fuit quod in verbis istis
possumus videre adventus demonstrationem cum dicit: ecce;
secundo adventus utilitatem ibi venit; tertio et quarto modum
veniendi ibi: mansuetus. Dictum etiam fuit quod per hoc quod
dico: ecce, quatuor solemus intelligere: primo rei certificationem,
secundo temporis determinationem, tertio rei manifestationem et
quarto confortationem. De conditione etiam advenientis, quae notatur
cum dicit rex tuus, dictum fuit quod adventus personae
requiritur, expectatur vel annuntiatur cum solemnitate propter ejus
magnitudinem si est rex vel legatus vel propter personae amicitiam
et affinitatem, et ista fuerunt in isto qui venit. Considerandum
autem quod ipse est rex universae creaturae. Unde in Judith: creator
aquarum et rex universae creaturae, specialiter autem dicitur
rex tuus, scilicet hominis propter quatuor: primo propter
imaginis suae similitudinem, secundo propter specialem dilectionem,
tertio propter specialem curam et sollicitudinem et quarto propter
naturae humanae societatem. Primo dico Christus dicitur rex tuus,
id est hominis, propter imaginis suae similitudinem. Scitis quod
specialiter ad regem pertinere dicuntur qui insignia regis portant
quasi ejus imaginem, et cum omnis creatura Dei sit, specialiori
tamen modo creatura Dei dicitur qui imaginem Dei portat, et hic est
homo. Unde in Genesi: faciamus hominem ad imaginem, et
similitudinem nostram. In quo consistit ista similitudo? Dico
quod non attenditur secundum similitudinem corporalem, sed secundum
intelligibile lumen mentis. In Deo autem est fontalitas
intelligibilis luminis et nos habemus signum hujus luminis. Unde
Psalmus: signatum est super nos lumen vultus tui domine.
Lucis hujus habet homo sigillum, unde in homine creata est ista
imago sed contingit quod derugatur et obscuratur per peccatum.
Psalmus: et imagines eorum ad nihilum rediges. Propter hoc
misit Deus filium suum ut imaginem istam per peccatum deformatam
reformaret. Studemus igitur reformari secundum apostolum qui dicit:
exuentes veterem hominem induite novum hominem qui secundum Deum
creatus est et qui renovatur in imagine ejus qui creavit eum. Et
quomodo renovamur? Certe quando imitamur Christum. Ista autem imago
quae in nobis est deformata, in Christo est perfecta. Debemus igitur
imaginem Christi portare. Unde apostolus ad Corinthios: sicut
portavimus imaginem terreni, ita portemus imaginem coelestis et
in epistola hodierna: induimini Christum, id est imitamini
Christum. In hoc consistit perfectio vitae Christianae. Secundo
dicitur Christus rex tuus, id est hominis, propter specialem
amorem. Consuetum est in collegio quando episcopus diligit aliquos
specialiori modo quam alios quod dicitur episcopus eorum. Deus
diligit omnia quae sunt, sed specialiori modo diligit homines. Unde
Isaias: ubi est zelus tuus et fortitudo tua, multitudo viscerum
tuorum super me. Videte quod specialiter diligit Deus naturam
humanam. Invenimus enim diversos gradus naturae, sed non invenimus
quod Deus gradum inferioris naturae transferat in gradum superioris
naturae ut gradum stellae in gradum solis, vel gradus inferiorum
Angelorum in gradus superiorum Angelorum; sed hominem Deus
transtulit in gradum et equalitatem Angelorum. Unde in Luca: filii
resurrectionis, sancti, equales erunt Angelis. Deus igitur
dilexit homines specialiter. Igitur non debemus esse ingrati tantae
dilectioni, sed debemus nostrum amorem totaliter in ipsum
transferre. Si diligeret aliquem pauperem, miserum se reputaret ille
pauper si non recompensaret regi amorem suum pro posse suo. Dominus
ex infinitate amoris ad hominem dixit: deliciae meae sunt esse
cum filiis hominum. Ergo debemus ei recompensare amorem istum.
Tertio dicitur Christus rex tuus, id est hominis, propter
singularem curam et sollicitudinem. Verum est quod Deus habet curam
de omnibus. Unde XII libri sapientiae: est ei cura de omnibus.
Non est res ita parva quod subtrahatur a divina providentia, quia
sicut res est a Deo, ita et ordo est a Deo, et providentia idem est
quod ordo. Specialiter autem homines subduntur divinae providentiae.
Unde Psalmus: homines et jumenta salvabis domine, scilicet
salute corporali, filii hominis in tegmine alarum tuarum
sperabunt. Et quomodo sperant? Dico quod non solum spiritualia
bona, immo etiam aeterna praeparantur eis a Deo quos perducit ad
vitam aeternam, et quantum ad hoc non est Deo cura de aliis. Unde
apostolus: non est Deo cura de bobus. Deus actum hominis non
permittit indiscussum. Unde in libro sapientiae: tu autem
dominator peccatum cum magna tranquilitate judicas. Quarto
dicitur Christus rex tuus, scilicet hominis, propter naturae
humanae societatem. Unde in Deuteronomio: non poteris alterius
gentis regem facere qui non sit frater tuus. In hac enim
prophetia de Christo dominus disponebat quod hominibus regem
constitueret. Noluit quod esset alterius gentis, id est alterius
naturae, qui non esset frater noster. Unde apostolus dicit de
Christo: nunquam Angelos apprehendit, sed semen Abrahae, in
quo videtur homo habere privilegium super Angelos. Christus rex est
Angelorum, et est homo, non Angelus. Angeli etiam serviunt homini.
Unde apostolus: omnes sunt administratorii spiritus. Oportuit
etiam quod Christus esset homo ad hoc quod salvaret quia dicit
apostolus ad Hebraeos: qui sanctificat et sanctificatur ex uno
sunt, propter quod compungitur nos fratres dicens: narrabo
nomen meum fratribus meis. Patet modo de adventus demonstratione
et advenientis conditione. Sequitur videre advenientis utilitatem,
quae notatur cum dicit: venit tibi; scilicet non compulsus
propter suam utilitatem, sed propter nostram. Venit autem propter
quatuor: primo venit ad manifestandam divinam majestatem, secundo ad
reconciliandum nos Deo, tertio ad liberandum nos a peccato, et
quarto ad donandum nobis vitam aeternam. Primo dico venit Christus
ad manifestandam nobis divinam majestatem. Homo maxime desiderat
habere cognitionem veritatis, et praecipue veritas considerata est
de Deo. Homines autem in tanta erant ignorantia quod ignoraverunt
quod esset Deus. Aliqui dicebant quod esset corpus, alii dixerunt
quod non habebat curam de singulis, et ideo venit filius Dei ut nos
veritatem doceret. Unde dicit: in hoc natus sum, ad hoc veni in
mundo ut testimonium perhibeam veritati. Et in Johanne: Deum
nemo vidit unquam, et propter hoc filius Dei venit ut tu
veritatem cognosceres. Parentes nostri in tanto errore fuerunt quod
divinam veritatem ignoraverunt. Sed nos per adventum filii Dei
reducti sumus ad veritatem fidei. Secundo venit Christus ad
reconciliandum nos Deo. Poteras dicere: Deus erat mihi inimicus
propter peccatum; melius igitur fuit mihi ipsum ignorare quam
cognoscere. Propter hoc venit Christus non solum ad manifestandum
nobis divinam majestatem, sed ad reconciliandum nos Deo. Unde
apostolus ad Ephesios et veniens evangelizabit pacem iis qui prope
et iis qui longe sunt. Et alibi dicit apostolus: reconciliati
sumus Deo per mortem filii ejus et propter hoc in nativitate
Christi cantabant Angeli: gloria in excelsis Deo, et post
resurrectionem dominus portavit pacem discipulis suis dicens: pax
vobis. Tertio venit ut nos a servitute peccati liberaret. Unde
apostolus: Jesus Christus venit in mundum peccatores salvos
facere. Qui facit peccatum servus est peccati, indiget dicitur:
si filius vos liberaverit, vere liberi eritis. Et: filius
hominis venit quaerere et salvum facere quod perierat. Quarto
venit Christus ut in praesenti nobis daret vitam gratiae et in
futuro vitam gloriae. Unde in Johanne: ego veni ut vitam habeant,
scilicet vitam gratiae in praesenti, et quia justus ex fide vivit
et abundantius habeant, scilicet vitam gloriae in futuro per
caritatem. Unde in Johanne: nos scimus quia translati sumus de
morte ad vitam quia diligimus fratres, et vivamus per bona
opera. Item in Johanne: haec est vita aeterna ut cognoscant te
Deum verum et quem misisti Jesum Christum. Patet modo de
advenientis utilitate. Sed quomodo venit? Dico quod venit mansuetus
hoc est multum. Unde in proverbiis: sicut fremitus leonis, ita et
ira regis et hilaritas ejus sicut ros super herbam. Mansuetudo
est ira mitigata. Modo Deus venit cum mansuetudine, sed in futuro
veniet cum ira. Unde Isaias: ecce nomen domini veniet de
longinquo quasi ardens furor ejus. Job: nunc enim non infert
furorem nec ulciscitur zelus valde. Modo enim venit Christus cum
mansuetudine et nos cum mansuetudine debemus ipsum recipere. Unde
beatus Jacob: in mansuetudine suscipite insitum verbum quod
salvare potest animas vestras. Videte mansuetudinem Christi
possumus considerare in quatuor: primo in ejus conversationem,
secundo in ejus correctionem, tertio in ejus gratiosam hominis
susceptionem, et quarto in ejus passionem. Primo dico possumus
videre mansuetudinem Christi in ejus conversationem quia tota
conversatio ejus pacifica fuit; non quaesivit jurgiorum materias,
sed omnia vitavit quae litem poterant inducere. Unde dixit: discite
a me quia mitis sum et humilis corde. Et in hoc debemus ipsum
imitari. Christus ascendens Jerosolymam sedit super asinum qui est
animal mansuetum, non super equum, et fuit filius subjugalis.
Debemus igitur esse mansueti. Unde in Ecclesiastico: fili in
mansuetudine perfice opera tua et super hominum gloriam dirigeris.
Item apparet mansuetudo Christi in ejus correctionem. Multa
opprobria a persecutoribus suis sustinuit, non tamen cum ira aut
jurgio eis respondebat. Super illud: propter veritatem et
mansuetudinem et cetera. Dicit Augustinus in expositione quod
cum Christus loqueretur, veritas agnoscebatur; cum inimicis
patienter respondebat, mansuetudo laudabatur. Psalmus:
supervenit mansuetudo et corripiemur. Isaias: non
contendit neque clamabat. Tertio apparet mansuetudo Christi in
gratiosa hominum susceptione. Aliqui homines nesciunt recipere cum
mansuetudine. Sed Christus peccatores benigne recipiebat et cum eis
comedebat et ipsos ad sua convivia admittebat vel ad eorum convivia
ibat, ita quod mirabantur Pharisaei dicentes: quare magister
vester manducat cum publicanis. Fuit igitur mansuetus. Unde
potest dicere de ipso Ecclesia illud II regum: mansuetudo tua
multiplicavit me. Igitur qui alios habent regere debent esse
mansueti. Quarto apparet mansuetudo Christi in ejus passione quia
tamquam agnus ad passionem ivit et cum malediceretur non
maledicebat; omnes tamen poterat morti tradere. Unde dicit in
Jeremia: ego quasi agnus qui portatur ad victimam. In
mansuetudine vero bene imitatus est ipsum beatus Andreas qui cum
positus esset in cruce et populus ipsum vellet deponere de cruce
precibus obtinuit et rogavit ne ipsum de cruce deponerent, sed quod
ipsi per passionem sequerentur ipsum. Unde impletum est in ipso: vir
iste mitissimus in populo apparuit. Mansuetudo facit hereditare
terram beatam. Unde in Matthaeo: beati mites quoniam ipsi
hereditabunt terram, quod nobis praestare dignetur qui cum Deo
patre et spiritu sancto et cetera.
ii
[Et cum appropinquassent Hierosolymis et venissent Bethfage, ad
montem Oliveti, tunc Iesus misit duos discipulos 2
dicens eis: " Ite in castellum, quod contra vos est, et statim
invenietis asinam alligatam et pullum cum ea; solvite et adducite
mihi. 3
Et si quis vobis aliquid dixerit, dicite: "Dominus eos
necessarios habet", et confestim dimittet eos ". 4
Hoc autem factum est, ut impleretur, quod dictum est per prophetam
dicentem: 5
" Dicite filiae Sion: Ecce Rex tuus venit tibi, mansuetus et
sedens super asinam et super pullum filium subiugalis ". 6
Euntes autem discipuli fecerunt, sicut praecepit illis Iesus, 7
et adduxerunt asinam et pullum; et imposuerunt super eis vestimenta
sua, et sedit super ea. 8
Plurima autem turba straverunt vestimenta sua in via; alii autem
caedebant ramos de arboribus et sternebant in via. 9
Turbae autem, quae praecedebant eum et quae sequebantur, clamabant
dicentes: " Hosanna filio David! Benedictus, qui venit in
nomine Domini! Hosanna in altissimis! ". 10
Et cum intrasset Hierosolymam, commota est universa civitas dicens:
" Quis est hic?". 11
Turbae autem dicebant: " Hic est Iesus propheta a Nazareth
Galilaeae “]